El siglo XXI inauguró una nueva carrera espacial marcada por la cooperación y competencia entre países y empresas privadas. Estados Unidos y China avanzan con ambiciosas misiones hacia la Luna y Marte, mientras compañías como SpaceX, Blue Origin o Rocket Lab impulsan el turismo espacial y el transporte orbital. En este contexto, la NASA no solo se enfoca en la tecnología que permitirá llegar más lejos, sino también en un desafío igual de importante: mantener la salud física y mental de los astronautas durante largas estancias fuera de la Tierra.
Programas como Artemis, desarrollado por la NASA, buscan llevar nuevamente astronautas a la Luna y establecer allí una base permanente que sirva como trampolín para futuras misiones al planeta rojo. China, por su parte, también proyecta llegar a Marte en las próximas décadas, mientras la Estación Espacial Internacional (ISS) continúa siendo el gran laboratorio donde se ponen a prueba las condiciones de vida en el espacio.
Pero más allá de los avances tecnológicos, los expertos advierten que uno de los mayores desafíos de la exploración espacial es preservar el bienestar físico y mental de quienes viven meses -e incluso años- en microgravedad. En la ISS, los astronautas deben adaptarse a habitáculos reducidos, rutinas exigentes y una alimentación cuidadosamente planificada para mantener su organismo en equilibrio.
Entrenar en microgravedad
Según un artículo publicado por Melissa Gaskill para la NASA, las futuras misiones a la Luna y Marte deben afrontar un problema clave: la pérdida de masa muscular y ósea. Sin la gravedad terrestre, los músculos se atrofian y los huesos se debilitan, lo que puede tener consecuencias graves al regresar a la Tierra o al intentar caminar en otro planeta.
Desde las primeras misiones espaciales, los científicos comprendieron que el ejercicio es fundamental para prevenir estos efectos. Lo que comenzó con simples bandas elásticas se transformó con el tiempo en un sofisticado sistema de máquinas y dispositivos especialmente diseñados para funcionar en ingravidez.
Actualmente, los astronautas cuentan con tres equipos principales en la ISS:
- Advanced Resistive Exercise Device (ARED): un sistema de levantamiento de pesas que utiliza pistones y volantes de inercia para simular la carga gravitatoria de los ejercicios con pesas.
- Cinta de correr T2, de segunda generación, que permite correr sujeto con arneses para evitar flotar.
- Cicloergómetro CEVIS, una bicicleta estática con control computarizado que ajusta la resistencia y monitorea parámetros como frecuencia cardíaca, velocidad y carga de trabajo.
La Agencia Espacial Europea (ESA) también participa con el estudio ARED Kinematics, que analiza los efectos del entrenamiento resistivo en microgravedad. Los resultados muestran que el entrenamiento físico previo al vuelo mejora notablemente el rendimiento en órbita, del mismo modo que una pretemporada beneficia a los atletas antes de una competencia.
Entre 2001 y 2011, la NASA utilizó un equipo anterior llamado IRED (Interim Resistive Exercise Device), que permitía realizar 18 tipos de ejercicios distintos con una fuerza de hasta 136 kilos. Los estudios posteriores concluyeron que aumentar las cargas y ajustar las rutinas podía brindar mayores beneficios musculares y óseos para los astronautas.
Ciencia, salud y rendimiento en el espacio
Pese a los avances, un análisis basado en los datos del CEVIS reveló que hasta un 17 % de los astronautas podría experimentar pérdida de rendimiento muscular, salud ósea y capacidad cardiorrespiratoria si las futuras misiones mantienen los protocolos de ejercicio actuales. Por eso, la NASA y sus socios internacionales continúan buscando nuevas estrategias de entrenamiento y nutrición para contrarrestar los efectos de la microgravedad.
Los investigadores coinciden en que mejorar el acondicionamiento previo al vuelo, ajustar la dieta y optimizar las rutinas en órbita son pasos esenciales para garantizar la seguridad y el rendimiento en misiones cada vez más largas y exigentes. A medida que la humanidad se prepara para regresar a la Luna y aventurarse hacia Marte, queda claro que el éxito de estas misiones no depende solo de la ingeniería o la tecnología, sino también de algo mucho más humano: mantener el cuerpo y la mente en forma para sobrevivir -y prosperar- más allá de la Tierra.