Los ríos de Alaska se tornaron naranja y este fenómeno alarma a los científicos

El color anaranjado y el aspecto turbio que hoy muestran las aguas del río Salmon, en la cordillera Brooks de Alaska, son la señal visible de un proceso que está transformando el Ártico. El deshielo del permafrost está liberando metales tóxicos en los ríos, modificando la química del agua y poniendo en riesgo tanto a la vida acuática como a las cadenas alimentarias.

Los ríos de Alaska se tornaron naranja y este fenómeno alarma a los científicos

Por qué los ríos de Alaska se tornaron de color naranja

Lo que antes eran cursos de agua potable se convirtió en corrientes contaminadas, un cambio que los científicos advierten podría ser irreversible. El permafrost, capa de suelo ártico congelada durante miles de años, se derrite con el aumento de las temperaturas globales. Cuando el agua y el oxígeno penetran en ese terreno expuesto, se desencadenan reacciones químicas que descomponen rocas ricas en sulfuros.

De ese proceso surge ácido sulfúrico, que libera metales como hierro, cadmio y aluminio hacia los ríos. Aunque estas condiciones suelen asociarse a la minería, en este caso se producen de manera natural, sin intervención humana. “El aspecto de estos ríos recuerda al drenaje ácido de minas, pero aquí no hay mina. El permafrost se descongela y está alterando la química del paisaje”, explicó Tim Lyons, biogeoquímico de la Universidad de California Riverside.

Un estudio publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences documenta la magnitud de la contaminación en el río Salmon y advierte que fenómenos similares ya se detectan en otras cuencas del Ártico.

El exceso de hierro enturbia el agua, bloquea la entrada de luz y sofoca a las larvas de insectos

Impacto en la vida y en las comunidades indígenas

David Cooper, científico de la Universidad Estatal de Colorado y coautor del estudio, calificó los cambios en la morfología del terreno y la química del agua como “realmente asombrosos”. Por su parte, Paddy Sullivan, ecólogo de la Universidad de Alaska, fue el primero en notar en 2019 la transformación del río durante una campaña sobre bosques árticos: el agua, que antes recuperaba su claridad tras el deshielo, adquiría un aspecto similar al de las aguas residuales.

Las investigaciones confirmaron que el deshielo del permafrost activa reacciones geoquímicas: oxidación de minerales como la pirita, generación de acidez y liberación de metales pesados, entre ellos el cadmio, que se acumula en los órganos de los peces y afecta también a depredadores como osos y aves.

Aunque en bajas concentraciones los metales no siempre resultan dañinos, el estudio reveló que en el río Salmon los niveles superan los límites de toxicidad para la vida acuática establecidos por la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA). Además, el exceso de hierro enturbia el agua, bloquea la entrada de luz y sofoca a las larvas de insectos, base alimenticia del salmón y otras especies.

Las repercusiones van más allá de la fauna: si bien los metales en los tejidos comestibles de los peces no representan hoy un riesgo directo para las personas, la alteración de los ríos supone una amenaza indirecta para las comunidades indígenas que dependen del salmón chum como fuente de subsistencia.

El salmón, pieza clave en la dieta y la cultura de la región, enfrenta serias dificultades para reproducirse en lechos de grava bloqueados por sedimentos finos. Otras especies, como el tímalo y el Dolly Varden, también sufren por la degradación de su hábitat.

“Esto está ocurriendo en todo el Ártico. Donde coinciden el tipo adecuado de roca y el deshielo del permafrost, el proceso puede activarse”, advirtió Lyons.

La situación es especialmente crítica porque, a diferencia de la contaminación minera -que puede mitigarse con barreras y control local-, las cuencas hidrográficas del Ártico son vastas, remotas y con múltiples fuentes potenciales de contaminación. Además, carecen de infraestructura para enfrentar el problema. Una vez iniciada la reacción química, solo la recuperación del permafrost podría detenerla, un escenario poco probable en el actual contexto de calentamiento global.

Ese carácter irreversible es lo que más preocupa a los expertos. “Cuando esto comienza, no hay solución. Es otro cambio irreversible impulsado por el calentamiento del planeta”, remarcó Lyons.

El estudio, financiado por el programa de Respuesta Rápida de la Fundación Nacional de Ciencias, busca alertar sobre el riesgo para otras regiones del Ártico y brindar herramientas a comunidades y administradores de tierras para anticiparse a los impactos.

La transformación de estos ríos demuestra que incluso los rincones más aislados del planeta están expuestos a las consecuencias del cambio climático.

I M: Notas sobre negocios y sustentabilidad.