Desde la ciudad de El Coca en Ecuador, una flotilla de 60 organizaciones indígenas y territoriales, junto a aliados de todo el mundo inició un viaje que busca “reescribir la historia”. Así, navegarán 3,000 kilómetros rumbo a la COP30, que se celebra a partir del 10 de noviembre en Belém, Brasil. ¿El objetivo? Exigir justicia climática y el fin de la extracción de los combustibles fósiles en la Amazonia.
Bautizada “Flotilla Amazónica Yaku Mama”, la iniciativa nació “como un sueño colectivo, un acto de reencuentro y reconocimiento entre pueblos, para visibilizar que la crisis climática no puede entenderse sin reconocer sus raíces coloniales y extractivistas, y que las soluciones reales surgen desde los territorios”.
En medio de la travesía, que comenzó el 16 de octubre, Leonardo Cerda, activista kichwa, reciente ganador del Equatorial Prize de Naciones Unidas y fundador del movimiento BILM y del colectivo Quipa, contó a Economía Sustentable que el viaje es un “acto de resistencia y empoderamiento”.
“Navegamos más de 3.000 kilómetros para mostrar que el mundo sobre todo la Amazonía está en un punto de inflexión. Si no actuamos ahora, no habrá futuro posible. Por eso este recorrido simboliza un nuevo encuentro”, sentenció Cerda, una de las voces más visibles del liderazgo joven amazónico en los foros globales de justicia climática.
Además, explicó que para el grupo la ruta tiene un valor simbólico, ya que reproduce el mismo trayecto que siguieron las misiones colonizadoras para conquistar la cuenca amazónica: “Buscamos resignificar la colonización a través del reconocimiento y la unión entre los pueblos que cuidamos estos bosques -y los del mundo- para toda la humanidad”.
-Son una coalición de 60 organizaciones que navegará 3,000 kilómetros rumbo a la COP30, ¿cómo se organizaron, cuántos barcos hay, y qué vicisitudes ya tuvieron que atravesar?
-La Flotilla se organizó desde los territorios, desde las bases, junto a organizaciones indígenas amazónicas como CONFENIAE, ORPIO, COICA y COIAB, además de la participación de pueblos de Panamá, Guatemala, México, Perú y Colombia.
Iniciamos el recorrido en Ecuador, con más de 60 personas de distintas nacionalidades, y hemos ido encontrando a comunidades y organizaciones a lo largo del trayecto, intercambiando saberes y experiencias. Es difícil saber cuántos barcos son, porque por las limitaciones legales en cada frontera debemos hacer trasbordos y depende mucho de la capacidad de los barcos de cada región. En Ecuador, por ejemplo, navegamos con dos botes principales; en Perú también usamos dos, uno con unas 20 personas y otro con cerca de 40.
El viaje ha implicado desafíos técnicos y climáticos, pero cada tramo fortalece nuestro propósito común. Sin embargo, nuestro principal reto en esta travesía ha sido tener que enfrentar en primera línea las presiones y amenazas que enfrentan las comunidades (minería, extracción petrolera, tala, deforestación y crimen organizado) y convertir el dolor en fuerza colectiva que permita visibilizar estas denuncias pero también las soluciones que han emprendido nuestros pueblos para enfrentarlas y mitigarlas.
-¿La Flotilla ha tenido contacto o apoyo de organizaciones argentinas? ¿Viaja algún representante de Argentina?
-Sabemos que hay muchas flotillas movilizándose en toda América y en el mundo, pero hasta el momento, no hemos tenido contacto con organizaciones argentinas ni viaja ningún representante de ese país con nosotros. Esperamos coincidir con los representantes de Argentina a lo largo de nuestro trayecto para generar sinergias de valor.
-Ustedes hablan de una “transición energética justa y viva”. ¿Qué diferencia hay con las transiciones que hoy proponen los gobiernos?
-Los gobiernos hablan de una transición justa, pero sin justicia racial ni social no puede haber justicia climática. Nuestra visión es una transición energética justa y viva, construida desde los territorios, con el consentimiento libre, previo e informado de los Pueblos Indígenas que habitan y protegen los lugares de donde vienen los principales insumos para la generación de energía fósil y limpia. Una transición justa es para nosotros aquella que respete los derechos de las comunidades y no repita las lógicas coloniales del extractivismo.
Hoy vemos que muchos planes gubernamentales de “transición” siguen basados en una lógica extractiva incremental, que sólo cambia de mineral o de tecnología, pero no de paradigma. La verdadera transición no puede sostener una economía que sigue tomando más y más de la naturaleza.
Como humanidad debemos preguntarnos hacia dónde va la energía y para qué se utiliza, y transformar nuestros patrones de consumo excesivo. No se trata de cambiar a una matriz energética diferente, porque los recursos son limitados, sino de vivir diferente.
Los pueblos indígenas tenemos parte esencial de esa respuesta: nuestras formas de vida y de uso de los recursos se basan en la reciprocidad, el respeto y la suficiencia, no en la acumulación. Por eso somos quienes menos contaminamos, pero también quienes más contribuimos a mantener el equilibrio del planeta.
-¿Qué políticas o decisiones concretas esperan que adopten los países amazónicos frente a la expansión del petróleo y el gas?
-Los países amazónicos deben asumir compromisos reales para mantener los combustibles fósiles bajo tierra y poner fin a la expansión petrolera, gasífera y minera en nuestros territorios. No se puede seguir hablando de soluciones climáticas mientras se amplían las fronteras extractivas.
Necesitamos políticas que garanticen plenamente los derechos territoriales de los pueblos indígenas y que aseguren financiamiento directo, justo y sin intermediarios para quienes protegemos los bosques y los ecosistemas de los que depende la vida del planeta.
Además, es urgente que los gobiernos adopten mecanismos de protección efectivos para los defensores de la tierra y el agua, porque América Latina sigue siendo la región más peligrosa del mundo para quienes defienden la naturaleza. No queremos que nuestros territorios se conviertan en zonas de sacrificio. Lo que exigimos son decisiones valientes y coherentes que apuesten por una transición justa, por la vida y no por más destrucción.
-¿Cómo debería cambiar el sistema financiero internacional para que los fondos climáticos lleguen directamente a las comunidades que protegen los bosques?
-El sistema financiero internacional debe transformarse para que los fondos climáticos lleguen de manera directa, oportuna y sin intermediarios a los pueblos indígenas que protegemos los bosques. Hoy menos del 1% del financiamiento climático global llega a nuestras comunidades, a pesar de que somos quienes cuidamos los ecosistemas más importantes para la vida en el planeta.
Nosotros representamos a los territorios, y cuando recibimos fondos, estos van directamente a las comunidades. Nuestras organizaciones trabajan en colaboración con estados, agencias y ONG nacionales e internacionales, y nuestros procesos son auditados de forma continua, garantizando transparencia y trazabilidad.
Podemos demostrar, desde nuestra experiencia, que el uso de los fondos es mucho más efectivo cuando los pueblos indígenas los administramos directamente, porque conocemos las realidades, las prioridades y las soluciones que funcionan en nuestros territorios.
No pedimos caridad, pedimos justicia climática: mecanismos financieros que fortalezcan nuestros planes de vida, nuestras economías sostenibles y nuestras estrategias de adaptación y mitigación. Defendemos los bosques, pero también necesitamos medios de vida dignos para seguir cuidando la casa común.
-¿Cuál sería el mensaje principal que la Flotilla quiere dejar en Belém y a los líderes del mundo sobre la urgencia de actuar frente al colapso ambiental en la Amazonía?
-Queremos dejar un mensaje claro: la Amazonía está en un punto de inflexión, cerca del punto de no retorno. Si perdemos el equilibrio que queda en este ecosistema, perderemos la posibilidad misma de vida para toda la humanidad.
No venimos a pedir protección para nosotros, sino para los territorios y los recursos que defendemos en nombre de todos los pueblos del planeta y de todas las personas que lo habitan.
Pedimos que se garanticen los derechos territoriales, que se detenga la expansión petrolera, gasífera y minera, y que los países amazónicos asuman compromisos reales y vinculantes de mitigación y adaptación frente a la crisis climática.
-¿Qué esperan que suceda en la COP30 a partir de esta acción colectiva?
-La COP30 debe marcar un antes y un después: es momento de que los gobiernos pasen del discurso a la acción y que los pueblos indígenas tengamos participación plena y decisoria en las políticas que afectan nuestros territorios y nuestro futuro común.
Esperamos que quienes siguen esta travesía entiendan que los pueblos indígenas estamos siendo perseguidos, criminalizados y asesinados por proteger los recursos que garantizan la vida de todos. Venimos a la COP30 no solo a defender nuestros derechos, sino a exigir soluciones reales para todo el planeta: el fin de los combustibles fósiles, la protección de los defensores y la transición hacia un modelo de vida sustentable.
La Flotilla Amazónica no es solo un movimiento indígena: es una flotilla por la humanidad, es un llamado global a cuidar la Amazonía y reconocer que nuestras demandas son en beneficio de todos y todas.
-Por último, ¿qué mensaje buscan llevar a la comunidad internacional sobre la relación entre justicia climática y derechos humanos?
-Queremos que la comunidad internacional entienda que la defensa del clima empieza en los territorios, no en los escritorios del Norte Global.
Pedimos el fin inmediato de la extracción de combustibles fósiles en la Amazonía, una transición energética justa y vinculante, y el reconocimiento de los derechos territoriales indígenas como la estrategia más eficaz para proteger bosques, ríos y biodiversidad.
Además, exigimos financiamiento directo y participación plena en las políticas climáticas globales, y que se respete el consentimiento libre, previo e informado. No más zonas de sacrificio: la vida y la dignidad de los pueblos son el centro de toda acción climática.