Un nuevo descubrimiento realizado con el Telescopio Espacial James Webb (JWST) reveló la presencia de grandes moléculas orgánicas congeladas en el hielo que rodea a una estrella en formación llamada ST6, ubicada en la Gran Nube de Magallanes, una galaxia vecina. Entre los compuestos detectados se encuentra ácido acético, la primera vez que esta molécula se identifica de manera definitiva en el hielo espacial, un hallazgo que podría redefinir cómo entendemos la distribución de los ingredientes básicos de la vida en el universo.
El equipo liderado por Marta Sewilo, investigadora de la Universidad de Maryland, identificó cinco moléculas basadas en carbono en el entorno helado de la protostar. Entre ellas aparecen metanol y etanol (dos alcoholes comunes), formiato de metilo y acetaldehído (sustancias ampliamente usadas en procesos industriales en la Tierra), y ácido acético, el componente principal del vinagre.
También hallaron señales preliminares de glicolaldehído, una molécula vinculada a la formación del ARN, aunque su presencia aún necesita confirmación adicional. Según Sewilo, la sensibilidad y resolución sin precedentes del JWST permitieron captar estas débiles firmas químicas en un objeto tan distante.
Hasta ahora, el metanol era la única molécula orgánica compleja identificada en el hielo alrededor de protostars, incluso dentro de la Vía Láctea. La precisión de los datos obtenidos por el JWST permitió extraer una cantidad excepcional de información a partir de un único espectro, marcando un antes y un después en la exploración de la química interestelar.
El hallazgo cobra aún más relevancia por el entorno donde se produjo. La Gran Nube de Magallanes, ubicada a unos 160.000 años luz, es un laboratorio natural ideal para estudiar el nacimiento de estrellas en condiciones similares a las del universo temprano. Esta galaxia contiene solo una fracción de los elementos pesados presentes en el sistema solar y recibe una radiación ultravioleta significativamente más intensa. Esa baja metalicidad -una escasez de elementos más pesados que el hidrógeno y el helio- se asemeja a la que dominaba las primeras galaxias del cosmos. Sewilo señala que lo que se aprende allí puede ayudar a entender cómo evolucionaban las galaxias en sus primeras etapas.
Will Rocha, coautor del estudio e investigador de la Universidad de Leiden, explicó que las moléculas orgánicas complejas pueden formarse tanto en la fase gaseosa como en delgadas capas de hielo que recubren los granos de polvo interestelar. Una vez generadas, estas capas pueden liberar sus compuestos nuevamente al gas. Aunque en la Gran Nube de Magallanes ya se habían observado metanol y formiato de metilo en fase gaseosa, esta es la primera evidencia de que dichas moléculas también se forman dentro del hielo sólido.
Encontrar estos compuestos en un entorno de baja metalicidad sugiere que los bloques químicos de la vida podrían haberse formado mucho antes y en más lugares del universo de lo que se pensaba. Si bien el hallazgo no demuestra que exista vida fuera de la Tierra, sí indica que los compuestos orgánicos complejos pueden sobrevivir al proceso de formación planetaria y quedar incorporados en mundos jóvenes, generando escenarios donde la vida podría emerger.
El equipo planea ampliar su investigación analizando más protostars en la Gran y Pequeña Nube de Magallanes para evaluar cuán comunes son estas moléculas. “Hoy contamos con una sola fuente en la Gran Nube de Magallanes y apenas cuatro en la Vía Láctea con detecciones de compuestos orgánicos complejos en hielo. Necesitamos muestras más grandes para confirmar si realmente existen diferencias en las abundancias entre ambas galaxias”, concluyó Sewilo.
Este avance abre nuevas líneas de exploración sobre la química compleja del universo y acerca a los científicos un paso más a comprender cómo podrían surgir las condiciones necesarias para la vida.