Geoingeniería en debate: las barreras submarinas y su impacto oculto en los ecosistemas polares

La geoingeniería se convirtió en una de las propuestas más discutidas frente al acelerado retroceso de los glaciares polares, consecuencia directa del calentamiento global. 

Las barreras submarinas y su impacto oculto en los ecosistemas polares

Entre las ideas que más interés generaron está la construcción de barreras submarinas para frenar el ingreso de aguas cálidas hacia los frentes glaciares, especialmente en regiones sensibles como Groenlandia y la Antártida, donde el deshielo contribuye de forma crítica al aumento del nivel del mar.

Sin embargo, un reciente estudio publicado en AGU Advances advierte que estas intervenciones, más allá de su aparente viabilidad técnica, pueden desencadenar efectos colaterales profundos sobre los ecosistemas marinos y las comunidades que dependen de ellos.

Ecosistemas en riesgo: lo que revelan los modelos

El equipo liderado por Mark James Hopwood, de la Universidad de Ciencia y Tecnología del Sur, analizó el caso del glaciar Sermeq Kujalleq en Groenlandia. Allí, el deshielo alimenta la bahía de Disko con un flujo de agua dulce rico en nutrientes, generando la proliferación de fitoplancton que sostiene la cadena alimentaria y la actividad pesquera local.

La instalación de barreras artificiales podría interrumpir ese ciclo natural. El bloqueo de la “pluma” de nutrientes reduciría la productividad marina y afectaría especies clave como el halibut de Groenlandia, fundamental para la economía pesquera de la región. Los investigadores sostienen que los impactos negativos sobre las pesquerías difícilmente serían aceptados socialmente, dado el fuerte vínculo de las comunidades con estos recursos.

Un estudio internacional alerta que los proyectos para detener el deshielo generarían efectos colaterales graves

El análisis combinó observaciones de campo en el fiordo de Ilulissat, modelado físico y conocimiento local. Los científicos se centraron en el umbral submarino, una elevación natural del fondo que regula el intercambio de agua entre el fiordo y el océano abierto.

Los modelos demostraron que modificar la profundidad de este umbral tendría efectos comparables a los de una barrera artificial: menos entrada de calor al glaciar, pero también menos aporte de nutrientes. Reducir la profundidad de 250 a 100 metros, por ejemplo, recortaría a la mitad el flujo estacional de nitratos, con un impacto directo en la productividad del fitoplancton. Entrevistas con pescadores confirmaron que estas alteraciones también podrían interferir en las rutas migratorias del halibut.

Situaciones análogas se observan en la Antártida, donde la disponibilidad de hierro, nutriente esencial, depende de procesos similares que también podrían verse comprometidos por la geoingeniería.

Protección climática vs. sustentabilidad social

Los autores insisten en que toda propuesta de este tipo debe incluir desde el inicio una evaluación interdisciplinaria que contemple los efectos sociales, ecológicos y económicos, además de los técnicos. “La viabilidad técnica y social deben considerarse en paralelo”, subraya Hopwood.

El estudio concluye que, antes de pensar en pruebas piloto, es indispensable dialogar con los actores locales, ya que el rechazo social puede resultar tan decisivo como los propios desafíos científicos. La advertencia es clara: manipular sistemas naturales a gran escala, incluso con la intención de mitigar la crisis climática, implica riesgos complejos que podrían agravar problemas en lugar de resolverlos.

I M: Notas sobre negocios y sustentabilidad.