Durante años, la idea de realizar cinco comidas al día fue casi un mantra entre los especialistas en nutrición. Sin embargo, en los últimos tiempos, algunas voces dentro del ámbito científico están replanteando este enfoque. Más allá de la variedad y calidad de los alimentos, hoy se pone el foco en cuándo comemos, y no solo en qué comemos. Para ciertos investigadores, reducir la frecuencia de las comidas podría tener efectos positivos en la salud y la longevidad.
Uno de los referentes de esta visión es David Sinclair, profesor del Departamento de Genética y codirector del Centro Paul F. Glenn para la Biología del Envejecimiento en la Universidad de Harvard. Sinclair llevó esta idea al extremo: experimenta con una dieta que incluye una sola comida al día. Si bien aclara que aún no se trata de una rutina científicamente comprobada y que está abierto a modificarla si no ofrece resultados positivos, su enfoque ya está dando que hablar.
Comer menos seguido: una estrategia para vivir más
Para Sinclair, el momento en que comemos puede ser incluso más importante que el contenido de nuestras comidas. «Antes solía recomendar alimentos específicos», comenta, «pero ahora creo que reducir la frecuencia con la que comemos es clave. Incluso más importante que qué comemos». Por eso, reorganizó completamente su estilo de vida.
El principio detrás de esta práctica se basa en un concepto llamado hormesis: la idea de que someter al cuerpo a pequeñas dosis de estrés -como el ayuno- puede fortalecerlo y hacerlo más resistente. Según Sinclair, obligar al organismo a funcionar como si estuviera en una situación de escasez puede activar mecanismos biológicos de defensa y reparación que están relacionados con una mayor longevidad.
Aunque aún faltan más investigaciones que respalden esta hipótesis de forma concluyente, Sinclair plantea que, en ciertos casos, este tipo de alimentación podría incluso extender la esperanza de vida en hasta 20 años. Claro está, cada cuerpo es distinto, y lo que funciona para algunos puede no ser adecuado para otros. Pero el debate está abierto: tal vez el futuro de la nutrición no esté en comer más y mejor, sino en aprender a comer menos y en los momentos adecuados.