Las copas del roble común (Quercus robur o Pedunculate oak) pueden aumentar su temperatura promedio en 1,3 °C cuando se exponen a concentraciones más altas de dióxido de carbono (CO2). Así lo demostró un experimento realizado en el Reino Unido, que recreó las condiciones climáticas del futuro y cuyos resultados fueron publicados en la revista Global Change Biology.
Los sensores instalados en el estudio registraron que, bajo una mayor presencia de CO2, el dosel -la zona de hojas y ramas más altas del árbol- alcanzó temperaturas de hasta 22,8 °C, frente a los 21,5 °C observados en condiciones normales.
“Las diferencias entre la copa y el aire se vuelven mucho más extremas”, explicaron los científicos, tras analizar tres años de mediciones comparativas.
El trabajo fue liderado por William Hagan Brown, Sophie Fauset, Emanuel Gloor, Ralph Fyfe y un equipo de investigadores de la Universidad de Plymouth, la Universidad de Birmingham, la Universidad de Leeds y el Centro de Investigación Forestal de Ghana, con la participación de expertos del Reino Unido y Estados Unidos. El estudio se desarrolló en el Instituto de Investigación Forestal de Birmingham.
El impacto del CO2 en los robles
El roble común es una especie clave en los bosques templados de Europa, y sus copas -esas densas “alfombras” de hojas a gran altura- cumplen un papel crucial en la regulación del microclima.
El objetivo de los investigadores era entender cómo reaccionan los robles adultos al aumento de CO2 en la atmósfera y si su capacidad para regular la temperatura y la humedad se mantiene frente al cambio climático. En particular, observaron la respuesta de las hojas, que normalmente liberan vapor de agua mediante la transpiración para reducir el calor.
Cómo se realizó el experimento
El estudio se llevó a cabo en un bosque antiguo de Staffordshire, donde los expertos instalaron cámaras térmicas de alta precisión y aplicaron la técnica FACE (Free Air CO₂ Enrichment), que libera dióxido de carbono desde el suelo para simular el aire del futuro.
El área experimental se dividió en zonas con CO2 elevado (150 ppm adicionales) y zonas de control, y fue monitoreada durante tres veranos consecutivos, registrando variables como humedad y velocidad del viento.
Los resultados mostraron que las copas expuestas a más CO2 no lograron enfriarse con la misma eficacia. Los árboles cerraron sus estomas -pequeñas aberturas en las hojas que regulan la transpiración-, reduciendo así el proceso de enfriamiento natural.
“La diferencia con el aire cercano al suelo fue mucho mayor en las áreas con CO2, especialmente durante los días más calurosos”, detallaron los investigadores, señalando que la tendencia se acentuó en 2022, el año más cálido del periodo analizado.
Las hojas del roble se engrosan con más CO2 y retienen más calor
Cuando se exponen a niveles elevados de dióxido de carbono, las hojas de los robles comunes se vuelven más gruesas, lo que las lleva a acumular más calor. Ese cambio, aunque parece mínimo, altera el microclima de la copa del árbol.
Los resultados del experimento se repitieron en cada temporada, incluso en condiciones de suelo húmedo, lo que refuerza la solidez de los hallazgos. Los estomas -las diminutas aberturas de las hojas que regulan el intercambio de gases y la transpiración- dejaron de responder con la misma rapidez a las variaciones del entorno.
“Si esta tendencia continúa, los robles podrían enfrentarse a olas de calor extremo con una frecuencia mucho mayor que la actual”, advirtieron los especialistas.
Por qué es relevante para los bosques
Tras los resultados, los investigadores recomendaron que los modelos climáticos incorporen datos sobre lo que ocurre en las copas de los árboles, ya que medir solo la temperatura del aire no refleja completamente los efectos del cambio climático.
También plantearon que los futuros estudios deberían actualizar sus proyecciones sobre la salud de los bosques en función de estos nuevos parámetros.
No obstante, señalaron ciertas limitaciones: el trabajo se centró en una única especie y en un solo ecosistema, por lo que los efectos podrían diferir en otros entornos. Por eso, propusieron ampliar la investigación a distintas especies y regiones climáticas durante más años, para comprender mejor cómo el aumento del CO2 afectará a los bosques del futuro.