Hace apenas 15 años, el sargazo era una rareza confinada al mar de los Sargazos, en pleno Atlántico. Hoy se transformó en un fenómeno oceánico de dimensiones colosales. En mayo de 2025, imágenes satelitales registraron 37,5 millones de toneladas de sargazo pelágico extendidas en una franja continua de 8.850 kilómetros, desde las costas de África occidental hasta el golfo de México, una distancia que duplica la anchura del territorio continental de Estados Unidos.
Una extraña presencia marrón se extiende en el Atlántico, ¿qué es?
Este gigantesco cinturón, conocido como Gran Cinturón de Sargazo del Atlántico (GASB), fue documentado en un estudio publicado en la revista Harmful Algae. La investigación, liderada por el Instituto Oceanográfico Harbor Branch de la Universidad Atlántica de Florida, analizó cuatro décadas de datos satelitales, mediciones de campo y estudios químicos, y concluyó que desde 2011 la proliferación se intensifica casi todos los años.
Los investigadores identificaron un cambio radical en las fuentes de nutrientes que alimentan al alga. Entre 1980 y 2020, el contenido de nitrógeno en sus tejidos aumentó un 55 %, mientras que la proporción nitrógeno/fósforo lo hizo un 50 %. Este enriquecimiento proviene no solo de procesos naturales en el océano, sino también de escorrentías agrícolas, aguas residuales y depósitos atmosféricos. El río Amazonas desempeña un papel clave: durante sus crecidas aporta grandes cantidades de nutrientes que impulsan el crecimiento del sargazo, mientras que en épocas de sequía la proliferación disminuye.
Las corrientes atlánticas, como la Gulf Stream, transportan estas masas hasta el golfo de México, donde ya se registraron varamientos masivos, como ocurrió en 2004-2005. En 1991, incluso provocaron el cierre temporal de una central nuclear en Florida.
De aliado ecológico a amenaza global
Aunque la NOAA reconoce al sargazo como hábitat esencial para más de un centenar de especies marinas, su proliferación excesiva lo convierte en una amenaza. Cuando llega a las costas, se descompone liberando sulfuro de hidrógeno tóxico, asfixia playas y arrecifes, genera zonas muertas y emite metano y gases de efecto invernadero que intensifican la crisis climática. Para las comunidades costeras, además, supone un gasto millonario en limpieza y un golpe directo al turismo.
Frente a esta expansión, los autores del estudio reclaman cooperación internacional, modelos de predicción más precisos y políticas que reduzcan el aporte de nutrientes. Por ahora, el Gran Cinturón de Sargazo del Atlántico es un fenómeno sin precedentes: su impacto ambiental y socioeconómico sigue en evaluación, pero ya se perfila como uno de los mayores desafíos para la gestión oceánica en las próximas décadas.