En Argentina, un emprendimiento que combina ciencia y conciencia ambiental logró transformar un recurso poco explorado en una solución innovadora para el embalaje: los hongos. Su micelio -la red subterránea que los sostiene- se utiliza como aglutinante natural para fabricar envoltorios 100% compostables.
El desarrollo pertenece a Fungipor, una empresa de base científica radicada en Salta. Allí, un equipo multidisciplinario cultiva biomateriales a partir de residuos agrícolas y especies de hongos locales, dando origen a una alternativa disruptiva frente a los plásticos de un solo uso.
Hongos y ciencia made in Argentina
A diferencia del cartón o de los bioplásticos tradicionales, estos envases no se fabrican en una línea industrial: se cultivan. El micelio crece dentro de moldes, alimentado por subproductos agrícolas como bagazo, cáscaras o rastrojos de cultivos regionales.
El proceso no solo es sustentable, sino también circular: convierte residuos en insumos de valor, sin generar desperdicios. En menos de dos meses, el material se degrada completamente si se compostea, cerrando el ciclo con bajo impacto ambiental. Además, sus propiedades técnicas -resistencia térmica, ligereza, aislamiento y capacidad de absorción de impactos- permiten que reemplace eficazmente al telgopor en embalajes para cosmética, alimentos y vinos.
El proyecto ya cuenta con el Sello Bioproducto Argentino y el Sello Buen Diseño, que certifican tanto su origen sustentable como su innovación aplicada a partir de biomasa local. Estos reconocimientos posicionan a Fungipor como un referente emergente en la transición hacia envases ecológicos. Actualmente, el equipo busca alianzas con sectores industriales capaces de escalar la producción.
Economía circular en acción
El diferencial de Fungipor no radica solo en el producto final, sino en el modelo de producción: un sistema vivo que aprovecha residuos, respeta los ritmos naturales y evita procesos contaminantes. No hay fábricas tradicionales: hay cultivos, moldes y compostaje.
Si bien la escala actual aún es limitada, el potencial de la propuesta es enorme. El enfoque biotecnológico, sumado a una visión interdisciplinaria, permite pensar en nuevas aplicaciones e incluso en su exportación. Es un ejemplo concreto de cómo la ciencia argentina puede dar respuestas sostenibles a desafíos ambientales urgentes.