Son argentinos y brindan talleres sobre cómo crear casas modulares: cómo y dónde anotarse

Hace quince años, después de compartir su vida como pareja y de trabajar juntos en la producción de eventos, Rocío Brítez y Javier Monzón, oriundos de Avellaneda, decidieron emprender un proyecto que combinara sus valores, su creatividad y una nueva forma de habitar el espacio. Así nació su idea de construir “viviendas con alma”.

Son argentinos y brindan talleres sobre cómo crear casas modulares

El resultado fueron las Tiny Houses, pequeñas casas sustentables que levantaron en Chapadmalal, una zona donde la llanura pampeana se funde con las playas del Atlántico. Allí, en un entorno natural que conserva una identidad salvaje pero ofrece todas las comodidades, dieron forma a Santa Isabel, un complejo que refleja su filosofía de vida.

“Desde el comienzo sentimos la necesidad de que cada detalle hablara de nosotros y de lo que creemos posible. Queríamos que nuestros huéspedes se sintieran cómodos, en un lugar que consideramos soñado”, cuenta Rocío sobre el espacio, ubicado a solo 200 metros del centro comercial de Chapadmalal.

Las Tiny Houses son viviendas de dimensiones reducidas -entre 10 y 40 m2- pensadas para un estilo de vida sostenible, funcional y minimalista, con todo lo necesario para garantizar el confort sin excesos.

El proyecto les permitió cumplir un deseo profundo: “escapar de la ciudad, del consumismo y de lo superficial, para vivir de forma más relajada y en contacto con la naturaleza”, resume Rocío.

Oriundos de Avellaneda, Buenos Aires, se instalaron en Chapadmalal

En 2015 comenzaron a construir su primera Tiny House. La zona, ubicada entre Mar del Plata y Miramar, se caracteriza por sus acantilados, sus olas ideales para surfistas y por una comunidad que busca “una manera distinta de habitar, más consciente y esencial”. Esa primera casa mínima, de 30 m2, se convirtió en su hogar y en el punto de partida de un proyecto que hoy inspira a otros a repensar su modo de vivir.

Un año después de instalarse en Chapadmalal, Rocío Brítez y Javier Monzón decidieron ir un paso más allá: crear un espacio donde otros pudieran experimentar, aunque fuera por unos días, la transformación de vida que ellos mismos habían vivido.

Así nació, en 2017, el proyecto turístico Santa Isabel, con pequeñas casas de 11, 15 y 18 m2. Desde el principio buscaron ir más allá de los estándares: “Aunque nuestra vivienda ya era pequeña, sentimos que podíamos explorar aún más la simplicidad. Queríamos ofrecer una experiencia única, demostrar que menos también puede ser más: más libre, más auténtico”, coinciden.

Ellos mismos diseñaron y construyeron toda la infraestructura del complejo, integrándola armónicamente con el entorno natural. “Lo hicimos con nuestras propias manos. Somos autoconstructores”, remarcan. Javier, con formación técnica y un paso por la Facultad de Arquitectura, aportó la mirada estructural. Rocío, con una fuerte sensibilidad artística y gusto por la decoración, imprimió identidad, calidez y estilo a cada espacio. La unión de esas miradas fue clave para dar vida al complejo y a sus Tiny Houses.

Este tipo de construcciones son un boom inmobiliario en Argentina

Diseñar una mini casa no es solo reducir metros cuadrados: es un acto de diseño consciente”, explica Rocío. “Implica repensar cómo vivimos, qué necesitamos realmente para una vida más auténtica, sin tanto artificio”, agrega Javier. “En apenas 11 m², cada rincón tiene una intención; nada quedó librado al azar”. La última Tiny la construyeron en solo 58 días.

La cocina, por ejemplo, es mucho más que un conjunto de electrodomésticos: “Está pensada como un sistema optimizado, funcional y adaptado a cada movimiento”, cuenta Rocío. Javier coincide: “Cada metro cuadrado responde a una lógica integral, como si estuviésemos diseñando la cabina de un avión: compacto, preciso y esencial. Habitar espacios pequeños exige una mirada creativa y consciente”.

También comprendieron que lo que no entra en la casa debe encontrarse afuera. Por eso, aprovecharon el terreno para crear un entorno vivo y natural, lleno de árboles -la mayoría cultivados por ellos mismos a partir de semillas y esquejes-, donde hoy conviven pájaros, mariposas, decks y fogones.

Durante la estadía en Santa Isabel, los visitantes pueden realizar cabalgatas, practicar pesca, disfrutar de la gastronomía local o simplemente detenerse a contemplar el paisaje y desconectar de la rutina.

El proyecto, por su originalidad y espíritu inspirador, sigue ganando notoriedad. “Cada vez más personas se interesan en conocer lo que hacemos, no solo para hospedarse, sino también para replicar esta forma de vida”, cuenta Javier. “Incluso varias empresas se acercaron para colaborar y apoyar el desarrollo del complejo”, agrega.

“Estamos por iniciar la segunda etapa del proyecto, a la que llamamos Tiny House en el Refugio: un nuevo espacio de encuentro y recreación pensado para nuestros huéspedes”, cuentan. “Queremos que sea un lugar donde también se puedan realizar eventos, talleres y experiencias vinculadas al arte y la cultura. La idea es seguir creciendo, pero sin perder la esencia: que cada paso esté en armonía con lo que somos y con lo que queremos transmitir”.

Además, Rocío y Javier ya trabajan en un nuevo desafío: el diseño de un prototipo aún más pequeño, de menos de 11 m2. Una propuesta extrema que busca seguir explorando los límites del diseño funcional y del habitar mínimo, que esperan concretar en el corto plazo.

Con el objetivo de compartir sus conocimientos y promover una forma de vida más sustentable, entre el 10 y el 15 de noviembre lanzarán el primer taller-escuela de autoconstrucción de tiny houses en Argentina. Durante seis días, los participantes aprenderán, de manera intensiva, a levantar una vivienda desde cero, combinando aprendizaje técnico, trabajo en comunidad y una filosofía de vida simple y consciente.

El costo de estas viviendas es considerablemente menor al del mercado inmobiliario tradicional. “Queremos democratizar el acceso al conocimiento constructivo de las tiny houses, ofreciendo herramientas, comunidad y una nueva forma de habitar el mundo”, destacan.

Durante el taller se construirá un prototipo real utilizando paneles SIP, e incluirá módulos sobre diseño, normativas, herramientas, electricidad, energía solar, sanitarios, revestimientos y más. Habrá además charlas, demostraciones técnicas y asesoramiento personalizado.

“Una tiny house puede construirse por un valor promedio de 7 mil dólares, sin contar el terreno; es incluso más accesible que el auto cero kilómetro más económico. Por eso creemos que estas viviendas no solo son una alternativa turística, sino también una opción habitacional real para muchas personas”, afirma Monzón.La tendencia global de las tiny houses continúa creciendo en Argentina, combinando diseño inteligente, bajo impacto ambiental y costos accesibles.

I M: Notas sobre negocios y sustentabilidad.