Cuando era chico en su Misiones natal, Maxi Beltrán jugaba entre macetas, flores, plantas comestibles y árboles frutales en el patio de su abuela. Ella le enseñó que cuidar una planta no es una tarea de jardinería, sino un punto de conexión con la Madre Tierra.
Al terminar el secundario, Maxi vino a vivir a un departamento en pleno centro de Buenos Aires, mientras estudiaba Producción Vegetal Orgánica en la UBA. El “bichito” de la huerta le había picado y se propuso cultivar sus alimentos aunque más no fuera en un cajón de manzanas.
Tras muchos intentos, ensayos y errores, lo logró y hoy, a los 35 años, además de ser docente de Educación Ambiental en escuelas y coordinar un taller de huerta en el Barrio 31, es un influencer de alimentación, huerta y vida sana con miles de seguidores.
En cada uno de sus videos, el «Pibehuertero» enseña a grandes chicos cómo sembrar, regar, armar almácigos, y divertirse mientras nos sentimos parte, y no dueños de la naturaleza. Y en conversación con Economía Sustentable nos cuenta además cómo armar una huerta en un balcón o patio aunque tengamos poco espacio y poca luz, y no morir en el intento.
-¿Cómo hacemos para tener una huerta si vivimos en medio de la ciudad?
-Hoy más de la mitad de la población mundial y el 95% de los argentinos vivimos en ciudades y nunca tenemos mucha extensión de tierra. La clave para arrancar es preguntarnos de dónde viene aquello que nos llevamos a la boca; amigarnos con la tierra, la naturaleza y sus ciclos, y dejar de perseguir esa zanahoria del éxito y el consumo, muy poco agroecológica por cierto.
-¿Cómo arrancaste vos?
-Soy de Misiones, y mi abuela en su patio me mostraba cómo se producían los alimentos. Con ella aprendí a jugar en contacto con la naturaleza, sin darme cuenta. Después me vine a vivir a Buenos Aires, a pocas cuadras del Obelisco, y ahí es donde tomé conciencia de la necesidad de ese contacto, y de tener una huerta en mi casa. Y quería hacerlo acá, sin irme a vivir al campo.
-¿Y cómo te fue?
-Cuando traté de hacerlo yo solo, me fue mal. Lo que hice fue ir a huertas comunitarias, en las veredas o al costado de las vías del tren, para hacerlo con otros, y aprender. Una vez que tuve experiencia y sabía cómo hacerlo, empecé a dar cursos.
-¿Qué elementos necesitamos para hacer una huerta en el patio o el balcón?
-El bastión de la huerta urbana es un cajón de frutería cirujeado, con una bolsa de comida para mascotas debajo como impermeabilizante, y otra de tierra. Ahí hacemos agujeritos con los dedos, volcamos las semillas y arranca la magia…
Y para arrancar no hace falta comprar semillas, podés usar las de un tomate que está pasado, o enterrar una papa brotada, o las raíces de una cebolla de verdeo. Es cuestión de ir probando, observando y aprendiendo.
-¿Es una realidad o un mito eso de que “para hacer una huerta hay que tener buena mano con las plantas”?
-Si bien hace falta motricidad fina para hacer una huerta; eso se practica y también se aprende. En mis cursos enseño cuestiones básicas como en qué momento regar, cuándo y qué parte podar de una planta, cuántas horas de sol necesita, y a qué qué profundidad sembrar las semillas.
-¿Qué pasa si no tenemos sol directo?
-La germinación tiene etapas. Y en la primera no hace falta sol. Ni siquiera hace falta tierra. A veces nos brotan ajos, cebollas o papas en la heladera. Una vez que brotó la semilla, se puede poner en tierra con humedad constante. En esta etapa solo necesita luminosidad. Las verduras de hoja son adecuadas para espacios sin sol directo porque no necesitan mucha luz ni una maceta grande. Podés tener una planta de rúcula en un vasito de dulce de leche contra una ventana que le pegue media hora de sol por día.
-¿Cuáles son los errores más comunes a la hora de arrancar con una huerta?
-Los errores más comunes son la ansiedad y el desconocimiento de los ciclos de la naturaleza. Hay que acostumbrase a los ciclos. Muchas de las plantas de huerta mueren al fin de la temporada, y hay que volver a sembrar. Esto es parte de entender el ciclo. Si sembramos fuera de temporada, quizás algunos brotes salgan antes de tiempo y mueran.
-¿Cómo controlamos las hormigas, caracoles y otras plagas sin usar químicos?
-Entendiendo la naturaleza y el control biológico que se genera en cada ecosistema. Y asociando las plantas que se defienden entre ellas: tomate con albahaca, morrón con ciboulette, porque las aromáticas repelen a algunos insectos. También se pueden sumar flores como la caléndula y el copete, que atraen insectos polinizadores. Y así se va armando un ecosistema: donde hay insectos hay arañas y pulgones, que atraen a las vaquitas de San Antonio, que son polinizadores, y también a las hormigas rojas que se comen las hojas pero a su vez repelen a las hormigas negras. Y así se genera un control biológico.
-¿Cómo saber qué cultivar y cuándo?
-La premisa número uno es la variedad, porque el monocultivo siempre atrae plagas. Las plantas diferentes consumen y aportan al suelo nutrientes diferentes. Y en general usan el mismo sustrato y la misma cantidad de riego. La diferencia es la cantidad de sol. El tomate necesita al menos cinco horas de sol, y la lechuga puede crecer a la sombra del tomate.
En cuanto a la estacionalidad, hay muchos calendarios, como el del INTA, que te explican qué sembrar cuando. Y esto tiene que ver con que nuestro organismo está preparado para comer variado, y no para comer tomate y lechuga todo el año. El organismo no necesita los mismos nutrientes en julio que en diciembre.
-¿Cuáles son los beneficios de cultivar tus propios alimentos, más allá de un ahorro económico?
-Hacer una huerta es una terapia, te conecta con la naturaleza. Cuando sembrás una semilla sembrás compromiso y conexión con la naturaleza. El ahorro económico también, pero es una ínfima parte de los beneficios que logramos al hacer una huerta. Es empezar a entender cómo funcionan las plantas, los polinizadores, y empezar a vernos como parte y no como dueños de este planeta.