Tres generaciones de trabajadores forestales en China lograron lo que durante décadas pareció imposible: transformar 93.000 hectáreas de desierto en el bosque artificial más grande del planeta. En Saihanba, una región de la provincia de Hebei, la cobertura forestal pasó del 11,4% al 82% en apenas seis décadas de trabajo constante y sostenido.
Esa transformación no solo frenó el avance hacia el sur del desierto de Hunshandak -que amenazaba ciudades enteras- sino que también redujo en un 70% la frecuencia de tormentas de arena que llegaban a Beijing durante la primavera. Hoy, Saihanba funciona como un enorme pulmón verde y refugio de biodiversidad, donde prosperan plantas y animales protegidos.
De desierto a barrera ecológica: la transformación de Saihanba
Cuatro siglos atrás, Saihanba era una región rica en bosques y vida silvestre. Pero la deforestación y los conflictos armados terminaron convirtiéndola en un desierto al final de la dinastía Qing (1644-1911). Las tormentas de arena originadas allí amenazaban a Beijing, Tianjin y otras ciudades del norte de China.
Para revertir la degradación, en 1962 la Administración Forestal creó la Granja Forestal Mecánica de Saihanba. Enviaron a 369 silvicultores para iniciar la replantación, pese a las temperaturas extremas, la sequía persistente y la falta de herramientas adecuadas. Aun así, esa primera generación consiguió que los árboles comenzaran a arraigar en un terreno hostil.
Más de 60 años después, la reforestación artificial cubre ya 59.000 hectáreas, y el área total de bosque -incluyendo formaciones secundarias- alcanza las 75.000 hectáreas dentro de una superficie gestionada de 93.000.
Resultados ambientales del proyecto de reforestación
El impacto del proyecto es notable. Cada año, el bosque de Saihanba conserva y purifica 137 millones de metros cúbicos de agua, fija 747.000 toneladas de dióxido de carbono y libera 545.000 toneladas de oxígeno. Estos valores consolidan su rol como uno de los mayores reservorios verdes de China.
La biodiversidad también se recuperó: hoy se registran 261 especies de vertebrados terrestres, 32 especies de peces, 660 especies de insectos, 179 especies de macrohongos y 625 especies de plantas. Entre ellas, figuran 47 animales bajo protección nacional y nueve especies vegetales protegidas. El proyecto emplea a 1.193 trabajadores y evalúa avanzar hacia un modelo de cobertura forestal continua.
El plan nacional de reforestación: China y su “eco-civilización”
El éxito de Saihanba impulsó al gobierno chino a iniciar, a comienzos del siglo XXI, un ambicioso plan de reforestación en todo el territorio. En respuesta a décadas de degradación ambiental y fenómenos climáticos extremos, China se propuso convertirse en una “eco-civilización”.
Desde 2001, el país recupera en promedio 50.000 kilómetros cuadrados de áreas forestales por año. Para 2020, una cuarta parte del territorio ya estaba cubierta por vegetación: cerca de 20 millones de hectáreas. Así, la cobertura boscosa nacional pasó del 14% al 23,04%, lo suficiente para contribuir a una reducción del 18% en emisiones de CO2 y un ahorro hídrico del 23%, según el informe Green is gold.
El esfuerzo requirió una inversión cercana a los 70.000 millones de euros en apenas cinco años. Ningún otro país recuperó tantas áreas verdes en lo que va del siglo XXI.
Sin embargo, los desafíos siguen siendo enormes: China continúa siendo el mayor emisor de CO2 del mundo y un 27% de su territorio permanece en estado árido. Aun así, los avances son evidentes. La expansión de áreas boscosas no solo mejora la calidad del aire y reduce tormentas de arena, sino que también ofrece a la población beneficios ambientales que comienzan a sentirse de manera concreta.