Las estelas de los aviones, bajo la lupa: el verdadero impacto climático detrás del mito de los “chemtrails”

Las finas líneas blancas que suelen aparecer en el cielo tras el paso de un avión se volvieron parte del paisaje cotidiano. Para algunos, son los llamados chemtrails, un concepto popular entre teorías conspirativas que los relacionan con la falta de lluvia en determinadas regiones. Quienes sostienen estas teorías llegan a hablar incluso de supuestas fumigaciones con sustancias dañinas o agentes esterilizantes.

Las estelas de los aviones, bajo la lupa

La realidad es mucho más simple: se trata de estelas de condensación, un fenómeno estrictamente físico. Sin embargo, que no respondan a conspiraciones no significa que sean del todo inocuas. Un reciente estudio indica que estas estelas desempeñan un papel clave en el calentamiento global, y que sin intervenciones concretas, su impacto podría intensificarse.

Un aporte directo al cambio climático

La investigación, realizada por especialistas de la Universidad de Gotemburgo y la Universidad Tecnológica de Chalmers, analizó de qué manera contribuye la aviación al calentamiento global. Los resultados muestran dos factores principales: por un lado, las emisiones de dióxido de carbono -un clásico gas de efecto invernadero- y, por otro, la formación de las estelas que muchos llaman chemtrails.

Aunque ya se sabía que estas nubes artificiales podían influir en el clima, no estaba claro hasta qué punto. El nuevo estudio revela que su efecto es significativo y que representan uno de los impulsores más subestimados del calentamiento global. Por eso, los autores insisten en la necesidad de implementar medidas para reducir su formación.

Por qué generan impacto

Según un estudio publicado en 2020 en Atmospheric Environment, la aviación es responsable del 3,5% de las emisiones globales asociadas al cambio climático. De ese total, alrededor del 70% corresponde al dióxido de carbono expulsado por los motores de los aviones, un patrón similar al del transporte terrestre, aunque ocurre a altitudes cercanas a la atmósfera superior.

Un nuevo estudio científico confirma que las líneas blancas que dejan los aviones no son fumigaciones secretas

El 30% restante incluye hollín, dióxido de azufre, óxidos de nitrógeno y vapor de agua. Este último es crucial: al mezclarse con el aire extremadamente frío en altura, el vapor se condensa alrededor de partículas de hollín, formando diminutos cristales de hielo, muy similares a los de una nube. Estas nubes artificiales actúan como una manta térmica que dificulta la disipación del calor, generando un efecto comparable al de los gases de efecto invernadero, explicó la física Mar Gómez al medio Maldita.

Con datos detallados de vuelos y condiciones meteorológicas sobre el Atlántico Norte, los investigadores lograron calcular el peso climático y social de cada fuente de emisión. Los resultados son claros: el impacto de las estelas no es menor y requiere estrategias concretas para mitigarlo.

Posibles soluciones

Entre las medidas que proponen los científicos está modificar las rutas aéreas, ya que en zonas con menor humedad es menos probable que se formen estelas. Otra alternativa sería volar a menor altitud cuando las temperaturas lo permitan, aunque esto aumentaría la producción de CO2, lo que a su vez genera un dilema ambiental.

Por ahora, la clave está en desarrollar soluciones que logren equilibrar ambos factores y reduzcan el impacto climático de la aviación sin generar efectos secundarios aún mayores.

I M: Notas sobre negocios y sustentabilidad.