En el mundo existen construcciones que no solo ocupan espacio: lo dominan. Esta fábrica, en particular, es tan gigantesca que desafía incluso la idea de estar “bajo techo”. Rompe todos los esquemas y es, oficialmente, la más grande del planeta.
El Guinness World Records la reconoce como el edificio con mayor volumen del mundo. Y no está ubicada en una capital futurista ni en un parque industrial remoto. A continuación, te contamos de qué se trata.
La fábrica más grande del planeta: donde nacen los aviones más colosales
La planta está en Everett, Estados Unidos, y corresponde al enorme complejo de ensamblaje de aviones de Boeing. Para dimensionar su escala, hace falta un esfuerzo de imaginación: el edificio principal supera los 13,4 millones de metros cúbicos de volumen, una cifra casi imposible de visualización.
Su interior es tan vasto que, en los primeros años, llegó a generarse niebla dentro del edificio y “llover”. Su “atmósfera interna” funcionaba como un pequeño ecosistema. La solución fue instalar un sistema climático completo, prácticamente como si fuera una ciudad bajo techo.
¿Cómo es la fábrica más grande del mundo?
La planta de Everett nació en 1968 con un objetivo claro: ofrecer espacio a la revolución aeronáutica que estaba por comenzar. En ese entonces, su tamaño era apenas una fracción de lo que es hoy. Con el paso de las décadas, las sucesivas ampliaciones acompañaron el crecimiento de las aeronaves y la creciente complejidad de los procesos industriales.
- Pero el volumen no es el único récord que asombra: esta construcción impresiona por varios motivos.
- La superficie cubierta de la fábrica ronda las 40 hectáreas, mientras que todo el predio supera las 400 hectáreas. Para ponerlo en una escala cotidiana, estamos hablando de un terreno equivalente a mil manzanas urbanas.
- Dentro de estas dimensiones casi irreales toman forma algunos de los aviones más emblemáticos del mundo: el 747, el 767 y el 777. Máquinas colosales que, sin embargo, parecen pequeñas frente al edificio que las contiene.
- Quizás lo más fascinante de este récord no sea la cifra, sino lo que revela sobre nuestra época: se levantó un edificio del tamaño de una ciudad para fabricar máquinas capaces de unir continentes. Y se hizo con la naturalidad con la que otros construyen un simple galpón un poco más grande.