Desde que la inteligencia artificial generativa irrumpió en internet con la apertura de ChatGPT en 2022, una de las grandes incógnitas fue el costo ambiental que implicaba sostenerla. Esta semana, Google rompió el silencio y publicó por primera vez las cifras de consumo de Gemini, su modelo más avanzado.
Los números ponen en evidencia un impacto difícil de ignorar: una simple interacción con el chatbot requiere 0,24 vatios-hora de electricidad -equivalente a tener un televisor de 100 watts encendido durante nueve segundos- y 0,26 mililitros de agua, lo que se traduce en apenas cinco gotas.
Aunque parezcan cifras menores, la escala lo cambia todo, ya que miles de millones de consultas diarias multiplican exponencialmente ese gasto.
Centros de datos y escasez hídrica: el costo invisible
La explicación está detrás de escena. Cada respuesta de la IA moviliza servidores alojados en enormes centros de datos, que demandan cantidades significativas de electricidad y agua para refrigeración. El problema se agrava porque muchas de estas instalaciones están ubicadas en regiones con escasez hídrica, generando tensiones entre el avance tecnológico y las necesidades locales.
Los especialistas advierten que lo más crítico no es la fase de uso, sino el entrenamiento de los modelos, que consume miles de veces más energía y agua. “La nube no es tan ligera como parecía”, señalan los expertos y remarcarn que cada texto generado o imagen creada activa procesos que, en conjunto, dejan una huella comparable a la de industrias pesadas como la aviación o la minería.
Debate abierto sobre el futuro de la IA
La publicación reavivó el debate sobre la sostenibilidad de la inteligencia artificial. Las tecnológicas defienden que puede ser una herramienta clave para optimizar procesos, ahorrar energía y combatir el cambio climático.
Sin embargo, el crecimiento acelerado de estos sistemas plantea un dilema: mientras compiten por modelos más potentes, también multiplican una factura ambiental que el planeta difícilmente puede sostener.
El futuro de la IA, coinciden los especialistas, dependerá de algo más que la innovación técnica. En un mundo atravesado por sequías, cortes de energía y una crisis climática sin tregua, la verdadera disrupción será desarrollar modelos capaces de ser eficientes y sostenibles sin dejar de lado la potencia que los vuelve tan atractivos.