Los desiertos son extensas regiones de tierra que se distinguen por su escasa lluvia y condiciones climáticas extremas. En distintas partes del mundo, estos paisajes áridos se caracterizan por sus temperaturas extremas: abrasadoras durante el día y gélidas por la noche.
Uno de los más emblemáticos es el Rub’ al-Khali, ubicado en la Península Arábiga y conocido también como el «Cuarto Vacío». Con una superficie de 650.000 kilómetros cuadrados cubiertos de dunas, es el mayor desierto de arena del planeta y uno de los lugares más secos del mundo. Sin embargo, bajo su apariencia inhóspita, esconde un pasado sorprendente: esta vasta extensión fue, alguna vez, una tierra fértil que incluso albergó un lago.
Un grupo internacional de científicos, encabezado por la Universidad de Ginebra (UNIGE) y con la colaboración de instituciones como KAUST y Caltech, encontró evidencias de ese antiguo paisaje. Mediante el análisis de sedimentos, formaciones geológicas y datos topográficos a lo largo de más de mil kilómetros, descubrieron rastros de un lago que alcanzó los 42 metros de profundidad, así como una red de antiguos ríos.
Este hallazgo revela que, hace unos 8.000 años, esta región desértica fue parte de un periodo húmedo conocido como la «Arabia Verde». Durante ese tiempo, los monzones africanos e indios se desplazaron hacia el norte, transformando el árido desierto en un entorno lleno de vida, con pastizales y sabanas. Las lluvias fueron tan intensas que el lago llegó a desbordarse, esculpiendo un valle de 150 kilómetros en el suelo del desierto.
Cuál es la importancia del lago
Reconstrucción climática: permite comprender cómo los drásticos cambios climáticos del pasado -como el avance de los monzones- transformaron regiones que hoy son desérticas en paisajes fértiles. Estos eventos ofrecen un modelo natural valioso para analizar y anticipar el comportamiento del clima actual y futuro.
Migración humana temprana: los hallazgos respaldan la idea de que la Península Arábiga fue una ruta clave para las migraciones humanas en tiempos remotos. La presencia de lagos, ríos y sabanas hizo posible el paso y establecimiento de grupos humanos hace miles de años.
Evidencia arqueológica: refuerza el vínculo entre un clima favorable y el desarrollo de asentamientos humanos, respaldado por restos arqueológicos encontrados en zonas actualmente áridas del desierto.
Nuevas perspectivas de conservación: pone en evidencia que los desiertos actuales pudieron ser ecosistemas ricos y dinámicos. Esta revelación puede inspirar nuevas estrategias para la gestión ambiental y la conservación del patrimonio natural, considerando su evolución a lo largo del tiempo.