Esta semana se cumplen diez años desde la ratificación del Acuerdo de París, adoptado el 12 de diciembre de 2015 durante la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP21), celebrada en Francia. En aquel momento, los países firmantes asumieron el compromiso de “reforzar la respuesta mundial a la amenaza del cambio climático”, en lo que fue considerado un hito histórico de la diplomacia ambiental.
El eje central del acuerdo consistía en mantener el aumento de la temperatura media global muy por debajo de los 2 °C respecto de los niveles preindustriales, y en redoblar los esfuerzos para limitarlo a 1,5 °C. Sin embargo, una década más tarde, ese objetivo aparece cada vez más lejano.
Según un informe publicado el 4 de noviembre por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), las proyecciones actuales sitúan el aumento de la temperatura global de este siglo entre 2,3 y 2,5 °C. En caso de que se mantengan las políticas vigentes, el calentamiento podría incluso alcanzar los 2,8 °C. “No podremos mantener el calentamiento global por debajo de 1,5 °C en los próximos años. Superar este límite es inevitable”, admitió el secretario general de la ONU, António Guterres.
El contexto político internacional tampoco resulta alentador. Al igual que durante su primer mandato, Donald Trump volvió a retirar a Estados Unidos del Acuerdo de París poco después de asumir nuevamente la presidencia. En la orden ejecutiva que formalizó la salida, el mandatario sostuvo que el acuerdo forma parte de una serie de compromisos internacionales que, a su juicio, no representan los valores del país.
Esta decisión reavivó debates similares en otras naciones. En Suiza, por ejemplo, la Unión Democrática del Centro (UDC), un partido populista de derecha, impulsó a comienzos de año una iniciativa para abandonar el acuerdo, aunque la propuesta no prosperó.
Millones de personas en riesgo de desplazamiento
Los efectos del calentamiento global ya son visibles y crecientes. En septiembre de 2021, el Banco Mundial alertó de que hasta 216 millones de personas podrían verse obligadas a desplazarse dentro de sus propios países en busca de mejores condiciones de vida. En su informe Groundswell, la institución explicó que estos movimientos estarían motivados por la escasez de agua, la caída de la productividad agrícola y el impacto del aumento del nivel del mar y las marejadas.
A comienzos de este año, la secretaria general de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), Celeste Saulo, advirtió que Europa es el continente que más rápido se está calentando y que soporta una carga desproporcionada de fenómenos meteorológicos extremos vinculados al cambio climático.
Los episodios recientes confirman esta tendencia. En agosto, incendios de gran magnitud afectaron a Portugal y Grecia, con más de 150 focos activos en un solo día. En octubre de 2024, la Comunidad Valenciana sufrió inundaciones de una intensidad excepcional: en apenas ocho horas cayó el equivalente a un año de lluvias, dejando un saldo de 229 víctimas fatales. Un mes antes, la tormenta Boris había golpeado Europa Central, provocando inundaciones que causaron más de 20 muertes.
Olas de calor, sequías y lluvias extremas
El calentamiento global ya tiene -y seguirá teniendo- un impacto directo sobre las poblaciones. Francia no es ajena a este fenómeno: tanto el territorio continental como Córcega se están calentando a un ritmo superior a la media mundial. De acuerdo con Météo-France, la temperatura media aumentó 2,1 °C en el período 2015-2024 en comparación con 1900-1930, y podría llegar a incrementarse hasta 4 °C hacia 2100 en un escenario de calentamiento global de 3 °C.
Las consecuencias son múltiples. Por cada grado adicional de temperatura, “el aire puede contener alrededor de un 7 % más de vapor de agua, lo que incrementa el riesgo de lluvias intensas”, explica la agencia meteorológica. Al mismo tiempo, los océanos irán perdiendo progresivamente su capacidad de absorber dióxido de carbono. “Actualmente, el océano almacena cerca del 91 % del exceso de calor generado por las emisiones de gases de efecto invernadero, pero a medida que se calienta, su capacidad de absorber carbono disminuye”, señala Météo-France.
Este proceso acelerará la subida del nivel del mar y hará que las olas de calor sean cada vez más frecuentes. Las sequías se intensificarán y los episodios de precipitaciones extremas serán más severos.
En este contexto, un informe publicado por la ONU el pasado 9 de diciembre reclamó un enfoque “interconectado, que involucre a toda la sociedad y a todos los niveles de gobierno” para enfrentar el desafío climático. Elaborado por 287 científicos de 82 países, el documento advierte sobre los efectos devastadores que se producirán si los Estados no transforman de manera conjunta sistemas clave como la energía y la alimentación. También alerta que el cambio climático podría reducir el PIB mundial anual en un 4 % de aquí a 2050 y costar millones de vidas.
“Sabotaje climático”
A una década de la firma del Acuerdo de París, distintas organizaciones ecologistas volvieron a encender las alarmas. Este jueves, Greenpeace, Action Justice Climat Paris y ANV-COP21 desplegaron una pancarta de grandes dimensiones en las inmediaciones de la Torre Eiffel, en la que se representaba a figuras políticas como Emmanuel Macron, Marine Le Pen y Donald Trump.
Según explicaron desde ANV-COP21, la acción buscó señalar a los dirigentes que, durante los últimos diez años, han priorizado los intereses de las industrias contaminantes y de los sectores más ricos, en detrimento de la acción climática y del bien común.
Greenpeace también realizó un balance contundente de la última década. La organización describió el escenario como “amargo” y advirtió que la desinformación avanza, la criminalización de los movimientos ecologistas se profundiza y los retrocesos en materia ambiental se multiplican. En ese marco, señaló además que Francia continúa sin alcanzar los objetivos climáticos que se comprometió a cumplir.