El mar es un escenario de enigmas constantes. A veces, como ocurrió años atrás en Canadá, los misterios emergen flotando, con pies humanos a la deriva. Pero, en general, es necesario descender a las profundidades para encontrar respuestas. Eso fue lo que hizo un grupo de investigadores, en un experimento tan insólito como revelador: todo comenzó arrojando el cadáver de una vaca.
Una vaca fue arrojada a 1.600 metros bajo el mar
En una de las pruebas científicas más inusuales de los últimos tiempos, los científicos sumergieron una vaca muerta a 1.629 metros de profundidad, en una pendiente submarina del mar de China Meridional, frente a la isla de Hainan. El objetivo era simular el hundimiento de una ballena y observar cómo reaccionan los carroñeros de aguas profundas.
Lo que encontraron superó sus expectativas: ocho tiburones dormilones del Pacífico (Somniosus pacificus) acudieron al sitio, marcando la primera vez que esta especie se registra en esa zona del planeta. El hallazgo no solo extiende inesperadamente su distribución geográfica, sino que aporta nuevos datos sobre su comportamiento, jerarquías de alimentación, adaptaciones fisiológicas y potenciales rutas de expansión.
Nuevo hábitat por el cambio climático
Un tiburón fuera de lugar. Aunque el tiburón dormilón del Pacífico habita comúnmente en el norte del océano (desde Japón hasta Alaska y Baja California), su aparición en aguas del sur de China resultó completamente inesperada. Esto abre interrogantes: ¿está ampliando su hábitat por efecto del cambio climático? ¿Se trata de una población residente aún no identificada? El descubrimiento invita a reconsiderar lo que se sabe sobre esta especie enigmática y sus desplazamientos en un océano cada vez más cambiante.
Etiqueta bajo el mar. Las cámaras instaladas en el fondo marino no solo confirmaron la presencia de los tiburones dormilones del Pacífico, sino que captaron un comportamiento llamativamente ordenado para tratarse de grandes depredadores: los animales parecían turnarse para alimentarse. En lugar de competir agresivamente, se alineaban detrás del cadáver y cedían el paso a otros tiburones que se acercaban desde el fondo.
Este tipo de “etiqueta alimentaria”, muy poco común entre depredadores, sugiere que la jerarquía en el acceso a la comida podría definirse más por la intensidad competitiva individual que por una lucha caótica. En otras palabras, se trataría de un sistema de organización social más sofisticado de lo que se creía posible en estas especies.
Pistas de una jerarquía invisible. El estudio también reveló diferencias de conducta asociadas al tamaño corporal. Los ejemplares más grandes, de más de 2,7 metros de largo, adoptaban una actitud más dominante y agresiva, accediendo al cadáver de forma directa. En cambio, los tiburones más pequeños preferían una aproximación cautelosa, rodeando la carroña en círculos antes de animarse a morder.
Estos patrones de comportamiento indican que, incluso en un entorno hostil y con recursos limitados, los tiburones dormilones podrían haber desarrollado mecanismos de convivencia que reducen el conflicto, estructurados en base a rangos jerárquicos implícitos.