Así funciona la máquina que remueve y extrae el fondo del río Paraná

Los tubos de hierro de la draga se hunden desde la superficie hasta las profundidades del Paraná. En el extremo, un cabezal de cuatro metros de ancho desciende hasta el lecho del río. Sus colmillos de acero, intercalados con conductos de agua a presión, remueven arena, barro, arcilla y limo. Desde lo alto, una bomba colosal succiona sin descanso. El “impeller”, una turbina de 1,80 metros que gira a 200 revoluciones por minuto, absorbe como una pileta de 3.000 litros por segundo. Al mismo tiempo, tritura casi todo lo que encuentra, aunque a veces emergen sorpresas: cadenas oxidadas o proyectiles antiguos, como aquel mortero hallado en La Plata que obligó a activar un protocolo de explosivos.

Así funciona la máquina que remueve y extrae el fondo del río Paraná

Una boya verde marca el kilómetro 324,5 del canal, a cien kilómetros de Rosario y tomando a Buenos Aires como referencia. Allí, el cabezal de la draga rompe el fondo y los sedimentos ascienden por los tubos hacia el “hopper”, un depósito central de 42 metros de ancho y 17 de largo. El agua marrón cae en cascadas hasta llenar el tanque en apenas 50 minutos. La “Afonso de Albuquerque”, draga de succión por arrastre de la empresa belga Jan De Nul, puede almacenar 3.500 metros cúbicos; una vez drenada el agua, quedan 2.400 efectivos.

Cuando se completa la carga, el capitán argentino Nahuel Márquez -al mando de una tripulación de 17 personas, 15 de ellos compatriotas- ordena girar. El barco, impulsado por tres motores que permiten movimientos laterales de precisión, se desplaza como una aspiradora flotante de 90 metros de largo. Mientras draga, avanza a apenas 0,6 nudos; para trasladarse, acelera a 3 o 4. En las pantallas del radar se ven las franjas oscuras que indican mayor profundidad: un canal abierto a casi 12 metros para permitir el paso de buques de gran calado.

Frente a Ramallo, el río se bifurca en dos brazos alrededor de la isla Las Hermanas. Esa división está en el centro de una disputa judicial. Ambientalistas denuncian la falta de estudios de impacto y reclaman que se use el canal tradicional hacia el Delta. En 2022 incluso organizaron un “piquete náutico” y la Asociación de Abogados Ambientalistas presentó una medida cautelar. La Cámara de Apelaciones de Rosario pidió informes al Estado, aunque todavía no resolvió el fondo del asunto.

Mientras tanto, la “Afonso de Albuquerque” sigue su rutina. El mapa señala la zona de descarga, marcada con una línea roja. Al llegar, se abren tres compuertas y las 2.400 toneladas de arena se deslizan hacia el fondo, como una gigantesca trampa de arena movediza. Después, los “jet waters” barren los restos del depósito con chorros de alta presión. El ciclo es siempre el mismo: dragar, transportar, descargar y limpiar. Todo en dos o tres horas.

En 2023, se removieron 13,8 millones de metros cúbicos del Paraná, unas 4.000 veces este procedimiento. La draga es una ciudad mínima flotante: 17 tripulantes, camarotes, comedor y cocinero. Cada tres semanas rota toda la dotación. Este engranaje, vital para la Vía Navegable Troncal -por donde cada año transitan 4.500 buques agroexportadores- funciona sin pausa.

La draga es una ciudad mínima flotante: 17 tripulantes, camarotes, comedor y cocinero

Dos miradas sobre el impacto ambiental

La licitación para renovar la concesión del dragado y balizamiento de casi 1.600 kilómetros del río Paraná despierta tensiones entre intereses políticos, económicos y ambientales. En juego está un negocio que mueve unos 400 millones de dólares anuales, con la belga Jan De Nul como protagonista: fue concesionaria entre 1995 y 2021 bajo el nombre “Hidrovía SA” y desde entonces continúa operando como subcontratista del Estado.

El proceso tiene un punto crítico: no existe un estudio ambiental previo que determine los efectos de ampliar la profundidad del canal, definir las zonas de intervención, los mecanismos de control o el impacto de modificar la traza. El Gobierno plantea concesionar primero y que la empresa ganadora realice después su propio estudio, un esquema que despierta fuertes cuestionamientos.

En un informe sobre “Regresiones Ambientales”, la Asociación de Abogados Ambientalistas advirtió: “Esta intervención de enorme artificialización del río tendría un impacto muy negativo en los humedales y en sus comunidades, al modificar de manera radical el escurrimiento y, en definitiva, el régimen hídrico del Paraná”. La denuncia también subraya la falta de evaluaciones acumulativas y estratégicas sobre la cuenca.

Desde la otra vereda, Juan Allegrino, oceanógrafo y responsable ambiental de la “Compañía Sudamericana de Dragados” (Jan De Nul), asegura que el debate no debería ser “dragado sí o no”, sino cómo hacerlo de manera sostenible, equilibrando lo económico, lo social y lo ambiental. Explica que las tareas se concentran en una franja de 110 metros dentro de un cauce que llega a mil metros de ancho, y que la operación “no genera erosión ni contamina las costas, salvo en sectores puntuales”.

Frente a las críticas de agrupaciones ecologistas, responde: “Es falso que no haya controles o que el río esté todo contaminado. Aplicamos protocolos y monitoreos que superan los mínimos exigidos, siguiendo las mejores prácticas internacionales”.

Según el técnico, el dragado no introduce contaminantes, sino que remueve sedimentos ya presentes. La empresa realiza campañas anuales de monitoreo: en 2024 se tomaron 125 muestras de sedimentos y 150 de agua a lo largo del Paraná, desde Corrientes hasta el Río de la Plata. Los resultados, afirma, clasificaron a los sedimentos como de libre disposición, es decir, aptos para ser descargados en aguas abiertas sin restricciones. En cuanto al agua, se detectaron metales como cobre, plomo y zinc en concentraciones puntuales, atribuibles a aportes humanos difusos.

Allegrino agrega que la compañía cuenta con un Plan de Gestión Ambiental vigente desde 2007, actualizado y supervisado por auditores estatales. Para Fabián Maggi, abogado de la Asociación de Abogados Ambientalistas, estas medidas son insuficientes: “Es inadmisible continuar con el dragado sin una evaluación ambiental seria y completa. Un monitoreo empresarial, un análisis de laboratorio o un plan de gestión no reemplazan el estudio integral que requiere el Paraná”.

Fuente: con información de Rosario 3

I M: Notas sobre negocios y sustentabilidad.